En nuestra facultad se conjugan de manera específica saber y poder.
Contra la concepción dominante que reclama para el estudiante el lugar de un depósito de conocimientos, de reproducción de categorías y conceptos claves de un saber inmaculado “sobre lo político y lo social, creemos necesario interrogarnos sino avalamos así, la ilusión positivista de un acceso cristalino al reino de la política. Si dudamos, es porque detrás de esta vacilación se esconde la sospecha de la politicidad del pensamiento, de su carácter inextricablemente polémico, de su cara (a menudo oculta) desafiante. Si estamos en lo cierto, ya no será tan simple la sentencia “conocimiento sobre lo político” dado que habremos apuntado una dimensión de disputa, a la concepción de un saber empapado de politicidad, a un conocimiento propiamente político que renuncia a territorios diáfanos sobre los cuales erigirse sino que, por el contrario, asume su lugar específico en el centro de una lucha.
Es precisamente esta politicidad la que nos inspira a sugerir la importancia de un espacio como la C.L.A.G. La cátedra invita, así, a un desafío para nosotros, los estudiantes. Convoca a conformar un espacio que reivindique su libertad desde el mismo momento que, allí situados, los estudiantes podamos discutir, polemizar y, ¿por qué no atrevernos?, a poner en cuestión, a interrogar algunas “verdades” de un conocimiento que parece haber decidido no querer pensarse a sí mismo.
Contra la concepción dominante que reclama para el estudiante el lugar de un depósito de conocimientos, de reproducción de categorías y conceptos claves de un saber inmaculado “sobre lo político y lo social, creemos necesario interrogarnos sino avalamos así, la ilusión positivista de un acceso cristalino al reino de la política. Si dudamos, es porque detrás de esta vacilación se esconde la sospecha de la politicidad del pensamiento, de su carácter inextricablemente polémico, de su cara (a menudo oculta) desafiante. Si estamos en lo cierto, ya no será tan simple la sentencia “conocimiento sobre lo político” dado que habremos apuntado una dimensión de disputa, a la concepción de un saber empapado de politicidad, a un conocimiento propiamente político que renuncia a territorios diáfanos sobre los cuales erigirse sino que, por el contrario, asume su lugar específico en el centro de una lucha.
Es precisamente esta politicidad la que nos inspira a sugerir la importancia de un espacio como la C.L.A.G. La cátedra invita, así, a un desafío para nosotros, los estudiantes. Convoca a conformar un espacio que reivindique su libertad desde el mismo momento que, allí situados, los estudiantes podamos discutir, polemizar y, ¿por qué no atrevernos?, a poner en cuestión, a interrogar algunas “verdades” de un conocimiento que parece haber decidido no querer pensarse a sí mismo.
Esta invitación no calcula respuestas de antemano, es una verdadera invitación a un trabajo colectivo. Por su propia naturaleza colectiva y por sus intenciones explícitas, no puede (ni podría) descansar, en certezas a priori o absolutas. Se trata, más bien de afirmarnos como estudiantes que hacen del conociento un arma crítica, dispuestos a interrogar e interrogarse para ejercer, a través de la práctica (si entendemos que la teoría no se halla en las alturas del reino de las ideas sino que es una práctica teórica), la politicidad de un colectivo. Sin puerto seguro, tal vez, pero zarpando con la premisa de que sólo así podremos cruzarnos con realidades que no sean las que ya conocemos.
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